Marrakech. De Zocos, Palacios y Mezquitas

Marrakech es una ciudad histórica, que aletargada tras sus murallas, se reinventa constantemente a la sombra de jardines y mezquitas y donde el minarete de La Koutoubia ejerce de vigía sobre todos sus rincones. A sus pies se sitúa la plaza más espectacular y bulliciosa que jamás habremos visto, la celebre de Djemaa el Fna, y que ha de ser el punto de partida para explorar los rincones más apetecibles de la ciudad, comenzando por su Medina, El Barrio Judío y por supuesto no olvidarnos del Zoco.

 

Dentro de su Medina encontramos suntuosos Palacios como el de Bahía (Siglo XIX), que significa palacio de la mas bella y del cual se dice que está dedicado por Ahmed Ben Moussa a su preferida de entre las 4 esposas y 24 concubinas de las que se nutria su harén. Alberga también esta Medina, el mausoleo denominado Tumbas Saadies, donde se guardan los restos de grandes sultanes de la dinastía Saadí rodeadas por un bello jardín, todo ello enmascarado por altos muros, lo cual convierte al lugar en un remanso de paz que se agradece entre el bullicio que las rodea.

 

El antiguo barrio judío de Marrakech, llamado en la actualidad El Mellah, es uno de los lugares más bulliciosos y emblemáticos de la ciudad sin ser uno de los más renombrados, y es allí donde se instalaron en el siglo XVI los judíos expulsados de España. No irse de él sin visitar su emblemático mercado cubierto, todo un compendio de actividad dirigida especialmente al lugareño, al que acude en masa para realizar sus compras diarias a precios lógicos. Cerca de el se encuentra el mercado de joyas (si te interesa no dejes de visitarlo) y el encantador olor del zoco de las especias, que es el más antiguo de la zona, y en el que nos llamará la atención los voluminosos conos de diversos productos para la confección de los platos típicos, así como productos medicinales, de higiene y multitud de tejidos. Como en la zona nos asaltará el hambre, habríamos de acercarnos a la Place des Ferblantiers, lugar destinado a tiendas y talleres de objetos de metal trabajados en mil formas diferentes, entre las cuales se encuentran tres o cuatro pequeños restaurantes locales donde se puede experimentar la cocina autóctona de la ciudad a precios muy reducidos y con un excelente sabor.

 

El Zoco de Marrakech es el mercado más grande del norte de África. Se puede acceder a él desde la misma Plaza Djemaa el Fna y su seña de identidad son las laberínticas callejuelas con un mundo inmenso de artículos donde se puede encontrar casi todo lo que uno puede imaginar y cuya lista sería interminable. Solo hay que dejarse llevar, y los sonidos, olores y ajetreos nos empaparan de un mundo diferente por completo al que conocemos. No tener reparos en regatear al máximo, pues además de ser una tradición del comercio árabe, es indispensable y nos llevará a lograr el precio que estemos dispuestos a pagar por cada artículo. Es un lugar indispensable en la visita a Marrakech.

 

La plaza Djemaa el Fna es el lugar más sorprenderte que te puedas encontrar, en la mañana y la tarde esta se encuentra tomada por encantadores de serpientes, tatuadoras de henna, músicos, bailarines, contadores de historias, vendedores de agua y zumos. Al oscurecer el día, todo se transforma dando lugar a multitud de puestecillos numerados que toman la parte central de la plaza, y donde se sirven todo tipo de comidas llenas de sabor, olor y color. Si tu estomago te lo permite, es toda una experiencia degustar pinchos, cuscús, cordero, dulces en las mesas dispuestas para ello, donde se pueden intercambiar experiencias con el resto de comensales, pues las mesas con corridas. No dejar de probar los caracoles cocinados que allí nos ofrecen unos tenderetes exclusivos, y que nos sorprenderán gratamente por su delicioso sabor.

 

Si ya estamos cansados de patear zoco, medina y plaza, en esta misma nos podemos relajar en la variedad de cafés que la rodean. Todos ellos disponen de varias alturas culminadas con majestuosas terrazas donde tomar un té o un refresco (no sirven bebidas alcohólicas) y que ofrecen una vista envidiable sobre la totalidad de la plaza esquivando a la multitud que a ella acude, y que se convierte en un espectáculo total calificado por la Unesco como Patrimonio Oral de la Humanidad.

 

Si decidimos dejar Marrakech y adentrarnos hacia el desierto, sin duda acertaríamos. El inconveniente más inmediato se llama Atlas, enorme cordillera que marca un punto de inflexión entre las bulliciosas ciudades del norte del país y la más tranquila actividad de las ciudades y pueblos del interior. Atravesarla no es fácil, carreteras estrechas con multitud de curvas subiendo y bajando constantemente, lo cual nos obligará a invertir más de cuatro horas en llegar a la primera ciudad importante tras la montaña, Ouarzazate. La llamada “Puerta del Desierto” es la ultima etapa antes de iniciar el acceso a los diversos oasis y el Sahara, pues así lo reafirma su privilegiada situación que da acceso a los valles del Draa y del Dades. No es un lugar turístico que reseñar, dispone en su zona fortificada de la Alcazaba de Taourirt, y a muy corta distancia se encuentra la impresionante ciudadela de “Ksar d’ait Benhaddou”, declarada patrimonio cultura por la Unesco.

 

Ouarzazate es conocida también por el “El Hollywood de África”, pues dispone de importantes estudios de cine, como los Atlas Estudios, en cuyas instalaciones se conservan decorados de películas míticas como Los Diez Mandamientos, La Joya del Nilo, La Momia, Gladiator, y otras muchas. Estos estudios son visitables diariamente y resulta curioso darles un vistazo rápido.

 

La siguiente ciudad importante es Erfoud, principal ciudad de la zona que da origen a la actual dinastía real Marroquí, la llamada Alouita. En sus proximidades podemos admirar la celebre garganta de Todra, cuyas aguas dan origen a un inmenso oasis de palmeras que hacen las delicias de los admiradores de sus dátiles.

 

El recorrido se puede culminar en Zagora, ubicada en al valle del Draa y ciudad que hasta hace pocos años formaba parte de la ya nombrada Ouarzazate y que tiene un apreciable crecimiento quizás influenciado por la cercanía a la frontera con Argelia. En sus proximidades podemos apreciar “El Ksar de Tissergate”, ciudad fortificada y perfectamente conservada y que dispone de apreciables comodidades para el turista.


Se podría seguir explorando el desierto, pero si el tiempo se acaba va siendo hora de poner de nuevo rumbo a Marrakech, pues el camino de vuelta si se quiere hacer de un tirón, puede hacerse muy largo y cansado. No olvidar, antes de partir, hacerse una foto delante del mural de Zagora que indica la duración del viaje a Tombuctú, y que la establece en 52 días si se usa el camello como medio de locomoción.


Texto y Fotos: José Muñoz Mora