Etiopia del Norte. Una encrucijada étnica, histórica y religiosa


El norte de Etiopia es lugar de asentamiento de diferentes pueblos claramente diferenciados, y que han mantenido hasta hoy muy vivas sus ancestrales tradiciones, por lo que la conjunción étnica, histórica y religiosa ha dado lugar a un territorio fascinante y misterioso, en el que el Cristianismo marca una pauta ya perdida en casi toda África.

 

Lo primero que nos llama la atención al salir del aeropuerto de Addis Abeba, es comprobar como el caos se adueña del ritmo de vida de los Etíopes. Enormes avenidas atestadas de coches, en las que los semáforos brillan por su ausencia, ruido de cláxones, aceras inexistentes, basura por doquier, gente por todos lados e incluso algún animal guiado por su dueño. Pero nada que ver con aquellas imágenes que se nos agolpan en la memoria sobre la hambruna que durante años asolo el País. La pobreza sigue siendo consustancial a sus gentes (especialmente fuera de la capital), pero en la primera ciudad del país florecen hoteles de muchas estrellas, centros comerciales en cualquier rincón, restaurantes increíbles casi escondidos y sobre todo el mercado mas grande de África (El Mercato) donde se vende y compra de todo. La visión de Addis Abeba desde el monte Entoto es espectacular, la subida a el se hace lenta, cansada y eterna aun viajando en vehículo, y se encuentra coronado por la Iglesia de Mariam, lugar de recogimiento de cientos de fieles de túnicas blancas que nos empezaran a dar una idea del misticismo y la espiritualidad que nos saldrán por dondequiera, al abandonar la capital.

 

Las distancias en Etiopia se hacen enormes. Las carreteras son intrincadas y lentas a pesar del poco tráfico que circula por ellas, por lo que la opción del avión para los desplazamientos internos se hace muy aconsejable, más si cabe, si se dispone de poco tiempo. Si a pesar de ello decidimos adentrarnos en ellas, divisaremos de la mejor manera a un pueblo muy trabajador y educado, con el que no tendremos excesiva dificultad en entendernos en Ingles, y que parece haber olvidado, o por lo menos aparcado, a sus leyendas históricas como Halie Sellasie, la Reina de Saba, el Rey Lalibela o la dinastía de los Fasilidas. Cualquier parada en el camino, por muy inhóspito que parezca el paisaje, se convierte de pronto en un asalto de niños descalzos que te rodean rápidamente pidiendo lapiceros o cualquier cosa que les pueda ser de utilidad y a nosotros nos sobre.

 

El primer alto hemos de hacerlo en Bahar Dar, localidad sin atractivo alguno y en el que empezaremos a sentir la vida rural de Etiopia, pero que ha de ser punto de partida para visitar dos de los grandes sugestivos del lugar, el lago Tana y las cataratas del Nilo Azul. Estas últimas son conocidas como humo de fuego, por el ruido y el vapor que producen en su caída. Para acercarse hasta ellas se ha de recorrer un camino pedregoso durante casi una hora de vehículo, sorteando gran cantidad de gente conduciendo ganado y mercancías, hasta aproximarnos al poblado llamado Tisissat, y desde allí cruzar el Nilo en barcas que en un santiamén nos depositan al otro margen del rio, para comenzar un “agradable” paseo bajo un sol abrasador hasta contemplar la cascada y deleitarnos con ella durante un buen rato, antes de iniciar el regreso de la misma forma. El lago Tana es considerado como las fuentes del Nilo, así por lo menos lo definió el misionero Español Padre Páez. El lago parece un tranquilo mar por el que navegan las tankwas, canoas construidas de papiro y que son el medio de trasporte de los habitantes de sus orillas. Acercarse al lago Tana no requiere desplazamientos apenas, pues su embarcadero se localiza en el mismo corazón de Bahar Dar. Desde él, rápidamente se divisan los pequeños islotes que salpican el lago y en los que se ubican, casi escondidas por la maleza, una numerosa cantidad de pequeñas Iglesias. A destacar entre ellas la de Aswa Mariam, que data del siglo XIV y se encuentra ubicada en la península de Zege. Como todas las construcciones del país, es de adobe y de planta circular. Fascinante resulta asistir a la liturgia dominical que allí se celebra.

 

Llegados a la ciudad de Gondar, nos sorprende que se la defina como “La Camelot de África”, pero rápidamente averiguamos el por que. Nos deja impresionados la fortificación construida por la estirpe de los Fasilidas en el siglo XVI, y que alberga en su interior diversos castillos y construcciones. Cerca de ella se ubica la iglesia de la Santísima Trinidad, edificada en el siglo XVII y rodeada por un amplio jardín. En ella se aprecian magnificas pinturas de motivos religiosos y un precioso artesonado. Es por ello, que en 1979 la Unesco declaro a Gondar como Ciudad patrimonio de la Humanidad.

 

Desde Gondar hemos de encaminarnos hacia Axum, el centro espiritual del cristianismo Etíope y lugar de peregrinaje hasta la Catedral de Santa Maria de Sión. Allí se custodia el “Libro de los Milagros de la Virgen” y es de planta redonda (como casi todas las construcciones tradicionales) y no destaca por su belleza estética, más bien al contrario, es bastante fea para nuestros cánones religiosos, pero su seña histórica viene marcada por ser el lugar donde se coronó emperador a Haile Sellasie y que en un edificio anexo, se guarda (según dicen allí) el “Arca de la Alianza”. Todo un ejercicio de fe, pues nadie la ha visto y no se permite el acceso a persona alguna salvo al sacerdote que la custodia. Muy cerca de la Catedral, encontramos diez obeliscos en pie y de casi 30 metros de altura. Otro, el más espectacular y grande, se encuentra troceado y caído en el suelo, pues se desplomó por su peso al ser levantado. Bajo este conjunto, se disponen numerosas tumbas y pasadizos, parcialmente visitables. A las afueras de la ciudad, se encuentran lo que se denominan los restos del Palacio de la Reina de Saba, en el que igualmente hay que hacer un gran esfuerzo imaginativo y confiar en la palabra de los arqueólogos para así admitirlo, pues no hay datos que lo corroboren.

 

Pero para admirar la majestuosidad de las Iglesias Etíopes, hemos de desplazarnos a Lalibela. No estaría de más considerar el lugar como una de las maravillas del mundo, aunque la Unesco si lo catalogó como Patrimonio de la Humanidad. Construidas por mandato del Rey Lalibela, una decena de Iglesias excavadas y talladas en el interior de la montañas, en la propia roca, de arriba abajo y casi todas monolíticas. El conjunto de Iglesias esta divido en dos grupos que separa el río Jordán, y se comunican entre ellas por una serie de túneles y corredores, auténticos laberintos para quien no los conoce. En ellas habitan monjes y sacerdotes que reparten bendiciones y ofician los ritos sagrados en el mayor de los ascetismos posibles. A un margen del rio, se encuentran: La del Redentor, la más grande de todas, al contrario del resto no dispone de pinturas pero guarda en su interior la denominada Cruz de Lalibela. La de Santa Maria, la más decorada de todas. La Gólgota, que es solo para hombres. La de San Miguel, con tragaluces en forma de cruz griega. La de San Jorge, separada del resto y tallada en forma de cruz griega dentro de una roca, hasta ella se accede por un pasadizo independiente desde lo alto de la colina a cuyo término encontramos la momia de un anacoreta dentro de una oquedad de la pared. Sin duda, esta es la más conocida y la más espectacular de todas, especialmente si se divisa desde su parte de arriba. Del otro lado del rio, en el otro grupo de iglesias, encontramos: la de San Gabriel y anexada a esta la de San Rafael, muy deterioradas ambas y con problemas de grietas en sus muros. La de Belén y la de San Marcos - San Manuel, conectadas entre ellas por un largo túnel a oscuras y que no se hace muy agradable el recorrerlo. La de San Marcos, la más deteriorada de todas y reconstruida parcialmente. La de San Manuel, la más trabajada. Por ultimo, la de Abba Líbanos, como todas las anteriores, espectacular.

 

Lalibela, por sí sola, ya merece el esfuerzo de acudir a Etiopia. Es un santuario cristiano único, donde las iglesias parecen tomar vida, quizás debido a la leyenda que narra que su construcción fue fruto de una intervención sobrenatural de los ángeles. Pero no solo la espiritualidad invita a visitar Lalibela, un núcleo urbano asentado a lo largo de una pendiente montañosa, en el que el comercio dedicado al visitante y la agricultura y ganadería tradicionales, proporciona el medio de subsistencia de su población. Al igual que el resto del país, es una zona pobre pero con una naturaleza muy generosa en la que confían sus gentes a la espera de la salvadora época de lluvias, que transforma por completo los desolados parajes en campos verdes. Pasear por sus calles polvorientas nos hace sumergirnos en la vida cotidiana de sus gentes, amables con el viajero y de sonrisa permanente, mantienen un ritmo de vida acorde a la naturaleza y al entorno que habitan. Comienzan la jornada con la luz del sol y la finalizan con su crepúsculo, pues no en vano, millones de etíopes viven todavía sin luz, sin agua corriente y sin ninguna de las comodidades de nuestra civilización occidental, pero creyentes de que la fe mueve montañas. Un pueblo de profundas raíces cristianas y además practicante.

 

No debemos temer visitar Etiopia, no es de momento nada peligroso mientras observemos las más razonables normas de seguridad. Aunque rodeada por otros países con situación inestable, allí encontraremos un entorno seguro y sin riesgos apreciables. No hay que ir buscando hoteles paradisiacos, pues no los hay salvo en la capital, incluso los alojamientos que encontremos en el camino dejan bastante que desear, falta de luz con bastante frecuencia, la comodidad de las habitaciones es mínima pero aceptable, baños que hace muchas décadas dejamos de ver y la limpieza es muy mejorable. Pero hemos de tener en cuenta que para ellos, lo que nos ofrecen, es infinitamente mejor de lo que disponen en su vida cotidiana, es un lujo. Así hemos de verlo y de disfrutarlo. Para una gran seguridad en el desplazamiento, contratar los servicios de un buen Tour Operador es imprescindible. “Wondu Tours Ethiopia” (www.wondutoursethiopia.com), nos será de gran utilidad y de toda confianza, con guías que hablan perfecto Español y que nos ayudarán en todo lo necesario para procurarnos un agradable periplo.

 

Etiopia del Norte sorprende a todo aquel que quiera vivir y descubrir la cultura, la tradición y el cristianismo de un pueblo que mira al futuro con enormes ganas de cambio.


Texto: José Muñoz Mora

Fotos: Laura Rodero