Yasuny. El Dorado de la biodiversidad en el Amazonas Ecuatoriano


Aunque cueste creerlo, todavía quedan pequeños paraísos ecológicos en nuestro planeta. El Parque Nacional Yasuny, Reserva de la Biosfera desde 1989, es uno de ellos. Allí, los kechua, habitantes originarios del territorio, comparten con el visitante tradiciones, costumbres, hábitat, alimentos , vivencias , carencias y la esperanza de mantener su espacio alejado de la contaminación del siglo XXI.

 

Pero llegar a tan espectacular paraíso de la biodiversidad no resulta nada fácil El viajero tiene que coger un avión en Madrid que le traslada a la capital de Ecuador, Quito, sede de la famosa “raya” o línea ecuatorial que divide a la tierra en dos hemisferios, aunque el moderno GPS ha demostrado que realmente la línea debería estar trazada 240 metros más al Sur. Otro avión le acerca en poco mas de treinta minutos a San Francisco de Orellana, más conocida por “Coca”, capital de la provincia de Orellana, autentico motor de la Amazonía ecuatoriana. Hoteles, bares, restaurantes y todo tipo de establecimientos surcan sus calles para atraer al viajero que se adentra en la Amazonía en busca de aventura, negocio , petróleo o cooperación, pues de todo pulula por estas manzanas de casas de llamativos colores y una o dos plantas, antaño testigos de la llegada de los “petroleros” y hoy ciudad trueque de los miles de indígenas que la visitan para la venta de sus artesanías y de algunos de los productos que arrancan a la selva.

 

Un viejo puente, al que pronto le sustituirá uno mucho mas moderno en su última fase de construcción, es el paso obligado para entrar a la cosmopolita urbe; y un viejo malecón, el lugar imprescindible para surcar las aguas del río Napo, el único nexo de unión con los pueblos indígenas que habitan en el interior de la Amazonía.

 

Dos horas y media es lo que dura la travesía por este río de dos kilómetros de ancho y aguas oscuras, de color chocolate, consecuencia de las arenas que arranca y arrastra de de sus orillas. Río peligroso y traicionero porque esas arenas se convierten en bancos que cambian de sitio y entorpecen la circulación de las rapidísimas motoras que lo surcan. Con el paso del tiempo se convierten en enormes islas con paradisíacas playas y estrechos canales que dificultan el paso. De pronto, aparece varada una enorme gabarra con varios camiones a bordo y un remolcador que la intenta sacar flote, mientras las veloces canoas a motor tienen que detener bruscamente la marcha para no encallar. Son las iinevitables consecuencias de transitar un caudaloso río que cambia de aspecto un día sí y otro también. Con el fin de evitar accidentes queda prohibido navegar por sus aguas durante la noche. Aún así, el Napo se convierte en uno de los principales protagonistas de la vida de los indígenas, autentica autopista de comunicación para quienes viven en su ribera. Del río obtienen el agua para regar y lavar; en el río se bañan y juegan los niños; por le río les llega la comida, el comercio y la pesca que les alimenta. Y a orillas del río se encuentra la comunidad con su escuela, casa comedor, campo de deportes, consultorio médico y cooperativa .

 

Allí llegan a primera hora los escolares tras más de una hora de caminata a través de la espesa vegetación. Pero no son los únicos. Mujeres cargadas con enormes fardos con arroz, cacao maíz o café, la enfermera o el médico, maestros y los responsables de la cooperativa y el agua potable visitan diariamente este diminuto espacio donde solo existe un aparato de televisión, cero móviles y ningún ordenador. También se asoma de cuando en cuando el jefe de la comunidad Tan Izla, de aspecto apacible, franca sonrisa, amigable y locuaz. Explica que él fue uno de los pioneros en la lucha para conseguir que “el turismo se desarrollase en forma de cooperativa y con la participación de los indígenas en todas las tareas y fases del mismo”; desde el gerente a los que limpian las cabañas de los lodges, desde los cocineros a los guías por la selva, desde el barman al los que conducen la motoras por el río Napo. Una pequeña comunidad que vive del turismo y por el turismo con las limitaciones que ello implica, pero que el viajero acepta gustosamente, pues sabe que lo que le espera a partir de ese momento son un conjunto de experiencias únicas e inolvidables.

 

Tras las dos horas y media de travesía por el Napo, todavía restan treinta minutos de caminata a través de la densa vegetación de la selva y un kilómetro de navegación a remo en el silencio mas absoluto, para llegar a la laguna de Challuacocha, un misterioso y mágico lugar de aguas oscuras, jacintos flotantes y pastos oscuros donde solo se escucha el ronco susurro del “hoatzin“ o el suave y rítmico piar de algunas de las muchas aves que lo habitan. Un rudimentario embarcadero, dos espectaculares cabañas de madera con impresionantes vistas que sirven de bar y restaurante y siete cabañas de madera, es todo lo que le espera al viajero para vivir la aventura de la Amazonía ecuatoriana en el Sani Lodge. En concreto la del Yasuny, un área protegida de casi un millón de hectáreas de bosque húmedo tropical, con más de 2.000 especies de árboles y arbustos, de los que 1.220 son plantas con flores, 593 especies de aves, 80 de murciélagos, 150 de anfibios, 120 de reptiles y más de 4.000 especies de plantas vasculares. Para tener una idea de lo que eso significa, baste decir que una sola hectárea del Yasuny contiene mas especies de árboles que todas las existentes en Estados Unidos, Canadá y México juntos. E insectos, miles de insectos. Y aunque uno crea que son millones, no es cierto, pero son multitud; auténticos reyes del lugar que atacan incansablemente al viajero que no ceja de aplicar en todas las partes descubiertas de su cuerpo el eficaz anti-insectos que unas horas antes ha comprado en Coca . Si el viajero espera encontrar grandes animales quedara totalmente decepcionado, pues los pocos que existen viven dispersos por el bosque, como el jaguar, las boas gigantes o los caimanes en las orillas de los canales y ríos que con un poco de suerte se pueden ver en una estancia de tres o cuatro días en el Sani .

 

En el corazón de la Amazonía ecuatoriana la vida es muy distinta. Hay que madrugar a las cinco y media de la mañana para desayunar con los primeros rayos de sol e iniciar alguna de las múltiples actividades que ofrece tan impresionante espacio virgen. En una casi asfixiante caminata por la selva, pues la humedad es altísima a causa de los constantes aguaceros con elevadas temperaturas, el guía Sergio explica las ven tajas curativas de las distintas plantas que en nuestro difícil caminar sobre hojarascas, troncos rotos y barro, casi destrozamos. Desde el enorme árbol “Grande Moral “de raíces de sorprendente color sangre que curan los tumores al “chuari” cuyo tallo una vez cortado produce un liquido que cicatriza las heridas; desde el “yaguaticate” y el “caña agre” que sirven cortar la diarrea al “uambula” para la molesta picadura de insectos.

 

Texto: Mariano Palacín