Georgia del Sur. La Isla recóndita


Solitaria, lejana, fría….así aparece ante los ojos del viajero la recóndita y helada Georgia del Sur, antaño paraíso ilimitado para desalmados cazadores de ballenas y focas, y hoy reducto nostálgico para viajeros amantes de aventuras antárticas.

 

Dicen que fue un comerciante ingles, Antonine de la Roche, quien avisto la isla en 1675; pero lo cierto es, que fue el capitán James Cook quien desembarco en el lugar por primera vez y tomo posesión de la isla en nombre del rey cien años después. El informe que el capitán Cook hizo del lugar destacando la abundante presencia de “lobos marinos”, alertó a los mejores cazadores de focas de Europa y Estados Unidos, que sin dudarlo se trasladaron a la isla para obtener pingues beneficios. Baste señalar que Edmund Fanning, cazador curtido de Connecticut, consiguió en un solo año una caza record de 57.000 lobos marinos. A tan depredadora actividad se sumaron en 1904 los cazadores de ballenas con la creación de la Compañía Argentina de Pesca en la estación ballenera de Grytviken y posteriormente las estaciones de Husvik , Leith, Stromness, Príncipe Olav y Océano, todas ellas situadas en las pequeñas y resguardadas ensenadas de aguas profundas, auténticos puertos angostos situados en la cara norte de la isla, frente al Atlántico Sur, de clima mucho mas benigno que la cara sur de la isla .

 

Georgia del Sur es una diminuta isla del Océano Atlántico Sur de 166 Km. de largo por 48 de ancho, asentada a l.600 kms. del este de Cabo de Hornos y a 805 Km, de las islas Malvinas, puerta de entrada a la región antártica. De clima “uniformemente muy malo”, cuenta con nieves perpetuas en sus altas montañas , cuyo pico mas alto, el monte Paget en el centro de la isla alcanza los 3000 metros , y gigantescos glaciares, autenticas lenguas de hielo que rompen estruendosamente frente a las aguas heladas del Océano en un espectáculo fascinante. Fiordos, vientos catabáticos súbitos, cadenas montañosas de cúspides afiladas, nieves y hielos perpetuos, bajas temperaturas y escasa vegetación, convierten el lugar en un autentico infierno para quien allí pretende vivir; pero ello no ha impedido que un puñado de atrevidos buscadores de fortuna y duro trabajo se instalaran en la isla durante casi dos siglos y crearan pequeños poblados, popularmente conocidos como estaciones balleneras.

 

En estas estaciones llegaron a vivir hasta un total de 1.000 personas entre trabajadores, funcionarios, mecánicos, marineros, herreros, soldadores, médicos, esposas de algunos de estos y sacerdotes, pues la capital de todo este pequeño hábitat, Grytviken, llego a contar con Iglesia para celebrar los diversos oficios religiosos, un pequeño cementerio, donde descansan los restos del legendario aventurero Sir Ernest Schakelton, una sala para sesiones cinematográficas, librería y biblioteca, estadio de futbol para practicar deporte durante el buen tiempo y trampolín de saltos de esquí para la época mas dura de nieves. La estación se clausuro oficialmente en 1964, pero no se demolió, por lo que el paso del tiempo y los materiales peligrosos que allí había a punto estuvieron de provocar accidentes a los escasos viajeros que la visitaban. En el 2003 se tomo la decisión de derrumbar cuantos edificios no reunieran un mínimo de condiciones y mantener el resto en orden y limpieza. Tras dos años de arduo trabajo, en el año 2005 se podía visitar la estación y comprobar a través de sus muelles, restos de fabrica, gigantescos depósitos, grúas de arrastre y algún que otro barco semihundido, la dura vida de sus habitantes, capaces de transformar en 24 horas (dos turnos de trabajo) 25 ballenas de las que se obtenían 160 toneladas de aceite, miles de toneladas de carne y “guano” , y un sinfín de otros objetos, pues de estos cetáceos se aprovechaba todo, desde los huesos a las vísceras. Unos letreros acertadamente colocados a lo largo y ancho del lugar, indican la función que tenían los edificios oxidados que se mantienen en pie, por lo que resulta muy fácil recorrer la población. Además, Grytviken cuenta con un pequeño Museo donde se puede apreciar en fotografías, vestuario, objetos de caza y mobiliario la dura vida de quienes dedicaron lo mejor de sus vidas a la caza y explotación de las ballenas

 

Si para el hombre es difícil la supervivencia en el lugar, no es así para la flora y fauna que allí se desarrolla en agradable convivencia. Pingüinos, focas, ballenas, petreles, cormoranes, albatros, leopardos y elefantes marinos son los dueños del espacio en el que sorprende un animal nada común para esas tierras, los renos. Cientos de renos paseando plácidamente por los campos de “tussock” (graminea que domina el lugar y convertida en excelente forraje para su alimentación) herencia de los primeros renos que a principios de siglo trasladaron los balleneros noruegos para que hicieran mas fácil la vida en el lugar. La aclimatación de estos animales fue tal, que cien años mas tarde, siguen viviendo como si de un animal autóctono de la Antártida se tratara.

 

Si hubo un tiempo en que se temía por la práctica desaparición de una buena parte de la fauna de la isla a causa de la enorme capacidad depredadora del ser humano, hoy este temor ya no se justifica, pues la reproducción de estos animales en total libertad y sin el peligro de la caza por parte del hombre, permite al viajero disfrutar de un espectáculo único. Autenticas pinguineras con mas de diez mil ejemplares del pingüino mas elegante, the king, un poco mas alto que el resto de sus congéneres, ya que mide entre 60 y 80 centímetros y un plumaje muy brillante con el color dorado de su cuello, una parte de su pico y la parte posterior de la cabeza. Al igual que el pingüino “emperador” solo pone un huevo y lo anida bajo su propio cuerpo, al contrario que el resto de estos animales que también viven en Georgia del Sur, como los “macaronni”, pequeños y con un penacho en la cabeza, los “papua” de pico coral brillante y mancha blanca sobre los ojos y mas asustadizos que el resto de especies, o los “barbijo” algo mas agresivos que sus compañeros . Pero la isla también cuenta con otras aves, como los miles y miles de albatros de de ceja negra y cabeza gris, millones de petreles azules antárticos y miles de petreles zambullidores y de mentón blanco. Hasta un total de 80 especies entre las que se encuentran rarezas como la lechuza, el halcón peregrino o la golondrina común.

 

Y los animales que en su día estuvieron a punto de desaparecer como focas o ballenas, hoy viven plácidamente en las playas y aguas oceánicas de Georgia del Sur sin nadie que les moleste excepto los turistas, que en su afán por conseguir la mejor foto, no dudan en acercarse a las focas con el peligro que para ellos representa, pues aunque parezcan torpes y lentas, son capaces en una distancia corta de abalanzarse sobre las piernas del turista y clavar sus afilados colmillos en las piernas. Aunque no es difícil pasear entre ellas, como entre los pingüinos y si la fortuna acompaña al visitante, puede ver un raro ejemplar, casi único, una foca albina.

 

EL CEMENTERIO BLANCO

 Ningún sitio mejor que el pequeño cementerio de Grytviken para albergar los restos del que fuera uno de los más osados aventureros y activo explorador de la Antártida, Sir Ernest Schakelton. Una lapida de granito en su tumba erigida en l928 recuerda a los visitantes el valor de quien atravesó la isla a través de montañas y valles nevados en una durísima travesía para llegar a Stromnes Bay y solicitar ayuda para el resto de sus hombres que habia dejado en la Isla Elephant tras la fallida expedición del “Endurance”. Unos años después, en 1921, Schakelton recaló de nuevo en el puerto de Grytviken en su tercera expedición para recorrer la costa antártica. El 5 de enero fallecía de un ataque al corazón y era traslado a Montevideo para su posterior entierro en su tierra natal, pero su viuda, lady Schakelton, decidió que debía descansar para siempre donde el había vivido buena parte de sus sueños. El 5 de Marzo de 1922 era enterrado en el pequeño cementerio de Georgia del Sur. Descanse en paz.

 

LA IGLESIA DE LOS BALLENEROS

 Detrás de la estación ballenera existe un edificio en el que todavía se puede llevar a cabo la actividad para la que fue creado, la Iglesia de Georgia del Sur. Un bonito y blanco edificio, encargado a principios de siglo por Larsen y prefabricado en Noruega con un estilo arquitectónico similar al de otras iglesias noruegas de la época. En el mismo se realizaban los oficios religiosos como bodas, bautizos, la Navidad y otras festividades. Se consagró oficialmente el día de Navidad de 1913 con el bautizo del primer nieto de Larsen. A lo largo de su historia, los pastores luteranos responsables de la misma han oficiado trece bautizos, seis bodas y unos 200 servicios funerarios. Con la decadencia de la estación, la Iglesia se fue deteriorando hasta su restauración en 1995. Actualmente está abierta al culto de los visitantes del lugar y en la misma se pueden realizar los diversos oficios religiosos.


Texto: Mariano Palacín